Autor: Néstor Daniel Villa

Encaudernación: Rústica

Páginas: 61

Edición: 2ª

Año: 1997

ISBN: 950-9385-97-2

Esta obra es el resultado de un gran amor. El amor por excelencia. El amor con el que el autor fue estableciendo lazos desde niño y que luego le llamo para que se lo diera todo. El amor del que es, del que era y del que vendrá. En el encuentro-tinkunaco, el autor ahondó su pertenencia al Señor de la Historia y a la historia de su patria. A los que le trasmitieron su Fe, y a todo hombre de buena voluntad que sin doblez acepte la infancia espiritual y la sonrisa del Divino Niño alcalde.

Esta obra es fruto de una investigación histórica y de la reflexión teológica y pastoral. La literatura que aquí se entrega viene a sumarse, con su aporte valioso y enriquecedor, a la bibliografía que ha inspirado el hecho histórico y litúrgico de Tinkunaco, en general, y las figuras de El Niño Alcalde y de San Nicolas, en particular.

Al presentar estas líneas, se le pide a Dios que su lectura los impulse a doblar siempre la rodilla ante el Divino Infante, “el único Alcalde que reconocemos”. Y que la Madre que nos trajo al Niño nos colme a todos de celestiales bendiciones.

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Año: 1997

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Esta obra es el resultado de un gran amor. El amor por excelencia. El amor con el que el autor fue estableciendo lazos desde niño y que luego le llamo para que se lo diera todo. El amor del que es, del que era y del que vendrá. En el encuentro-tinkunaco, el autor ahondó su pertenencia al Señor de la Historia y a la historia de su patria. A los que le trasmitieron su Fe, y a todo hombre de buena voluntad que sin doblez acepte la infancia espiritual y la sonrisa del Divino Niño alcalde.

Esta obra es fruto de una investigación histórica y de la reflexión teológica y pastoral. La literatura que aquí se entrega viene a sumarse, con su aporte valioso y enriquecedor, a la bibliografía que ha inspirado el hecho histórico y litúrgico de Tinkunaco, en general, y las figuras de El Niño Alcalde y de San Nicolas, en particular.

Al presentar estas líneas, se le pide a Dios que su lectura los impulse a doblar siempre la rodilla ante el Divino Infante, “el único Alcalde que reconocemos”. Y que la Madre que nos trajo al Niño nos colme a todos de celestiales bendiciones.